No somos nadie

No somos nadie. Ni lo seremos nunca.
No le den más vueltas, España es un país de segundones, de perdedores y lo seguiremos siendo siempre. Da igual el deporte, si somos mejores o peores que el rival, es indiferente todo. A la hora de la verdad llego a la misma conclusión del principio: no somos nadie. Y no me refiero a los chicos de oro, que lo serán siempre, pues son un ejemplo para el resto. Hablo de la gente, de la roja, del país. De ese mismo que ayer se ponía en los bares a ver el televisor otra jornada de liga ¡Tiene tela! Apenas a diez minutos vista de empezar una final de Eurocopa de Baloncesto, algo que nuestro “bendito” fútbol no conseguirá jamás, buscaba exhausto un bar para poder ve el choque. Pregunté en más de diez, tal vez quince e imagino el resultado en treinta más. En todos, más de una pantalla. En todos un formidable Osasuna-Barça de la tercera jornada liga. Supe en ese momento que podíamos ganar, porque es un partido, una final y nada más. La moneda puede caer para cualquier bando, pero sentí vergüenza propia y ajena. Por un momento hubiera deseado haber nacer en otro lugar. Cualquier otro.
¿Y a qué viene todo esto?
Media hora más tarde lo pudimos ver todos. La selección asustada, el pabellón con el lamentable run-run de los perdedores, parecía que jugáramos fuera. Y la bomba no fue la bomba, y a Gasol se le encogieron los brazos y esta película ya la había visto. Y no se equivoquen, podemos ilusionarnos pero el final no lo vamos a cambiar. Esta historia se repetirá en más de una ocasión, porque los perdedores han nacido para colgarse la plata y esta España tendrá un museo de “casi”.
Eso sí, la desilusión mayúscula tras el partido no quita todo lo que estos once hombres nos han dado. Han sido como un buen postre cada noche. Nadie nos va a robar todos esos momentos en los que después de la cena, nos sentábamos a ver el básquet como si de una fiesta se tratara. Y lo ha sido. Yo, al menos, he disfrutado como un chiquillo viendo a un equipo, a una piña, a una familia de verdad que jugaba divirtiéndose y unos tipos que lo cambiarían todo por jugar con su selección.
Parece patriótico y consecuentemente irrazonable para el resto de los pensamientos de las divisiones. Debo estar medio loco por sentirme identificado con este himno, con estos colores, con esta bandera. Por eso, en tal locura en la que vivo sabía que perderíamos ayer.
Y repito que podemos ganar algo ¿por qué no? Ayer sin ir más lejos, la selección española de Voleibol se proclamó campeona de Europa, y los Garba, Calderón, Gasol y Navarro darán mucho que hablar. Desde aquí un millón de gracias, sois un orgullo y de momento ya habéis conseguido quitarme las ganas de ver a la “supuesta” selección de fútbol para siempre.
El resto ya no es cosa vuestra. España es un país dividido en doce más. Todo lleno de segundones. Por eso perdemos y perderemos siempre que se libren las batallas de verdad. Y por eso no somos nadie ni lo seremos jamás.