Otra vez valió la pena madrugar. Como en los buenos tiempos; en los mejores vaya. ¿Qué puedo decir? Supongo que pensarán lo mismo que yo, que a pesar de las mejoras, el coche no estaba para ganar una carrera, con lo que acostarse a las ocho de la mañana con este triunfo fue un regalo precioso. Dos victorias seguidas ¿quien nos lo iba a decir cuando empezó el año? Ahora, si contáramos los puntos de las últimas siete carreras, Alonso sería líder del mundial, pero esa no es la cuestión. La manos del piloto decía mi hermano "Danny". Un auto que ha sido olvidado dos años, que no valía mucho más que un Toro Rosso al empezar la temporada. ¡Fernando ha vuelto! Y la mejor prueba de ello, es que a mitad de campeonato el Renault está a la altura de los mejores. Aún no para ganar carreras, aunque sea una contradicción con lo ocurrido en las dos últimas, pero si para tocar las narices un buen rato, para ser el primero detrás de las dos grandes...Pongamos que hablo de Ferrari y Mclaren, y esperar sus fallos, que lógicamente llegan, cuestión de manos también.
El caso es que nos queda la sensación de que a ese coche y con esas manos, le hubieran faltado un par de meses más para luchar por todo. Por eso todos quieren a Alonso y se tiran de los pelos cuando lo ven. Porque en este deporte, tan comprensiblemnte aburrido para algunos, los grandes pilotos no son los que adelantan, si no los que hacen que todo un equipo pueda evolucionar, y convierten un coche mediocre en uno ganador, como hace cuatro años...como en los buenos tiempos. Por eso, jamás será igual Maradona que Cruyff. En eso, no hay nadie como él, Alonso, digo. Tampoco nadie lo puso en duda jamás. No hay muchos bicampeones del mundo con Renault. Entre tanto, manda narices, va a resultar que, al final, una temporada triste y durísima, se nos va a acabar quedando corta. Y más con carreras como la de ayer. Afición aparte, y en resumen, tremenda salida, en la que es una de las más complicadas, si no la que más, del mundial. Del cuarto al segundo en una curva, con un Hamilton desastroso y un Massa horrible. Uno de los dos será campeón del mundo, tiene tela. Con Kubica, espectacular, que aguantó los chaparrones de Räikkönen, con un coraje y pilotaje de "fuera de serie". Kubica "el bendecido" debió ganar la carrera, pero es que Alonso había vuelto. Él se dio cuenta, como se dio cuenta también el bueno de Hamilton, desdoblándose locamente en la última vuelta y viendo como Fernando se apartaba, con la frialdad que le caracteriza y le decía: "Tranquilo, tú vete a lo tuyo que yo no tengo prisa".
Buen regalo, la verdad. Volverse a acostar a esas horas, con esa sonrisa de niño que nos dejan esas victorias.
Para conciliar el sueño mejor que nunca...como en los buenos tiempos.
El caso es que nos queda la sensación de que a ese coche y con esas manos, le hubieran faltado un par de meses más para luchar por todo. Por eso todos quieren a Alonso y se tiran de los pelos cuando lo ven. Porque en este deporte, tan comprensiblemnte aburrido para algunos, los grandes pilotos no son los que adelantan, si no los que hacen que todo un equipo pueda evolucionar, y convierten un coche mediocre en uno ganador, como hace cuatro años...como en los buenos tiempos. Por eso, jamás será igual Maradona que Cruyff. En eso, no hay nadie como él, Alonso, digo. Tampoco nadie lo puso en duda jamás. No hay muchos bicampeones del mundo con Renault. Entre tanto, manda narices, va a resultar que, al final, una temporada triste y durísima, se nos va a acabar quedando corta. Y más con carreras como la de ayer. Afición aparte, y en resumen, tremenda salida, en la que es una de las más complicadas, si no la que más, del mundial. Del cuarto al segundo en una curva, con un Hamilton desastroso y un Massa horrible. Uno de los dos será campeón del mundo, tiene tela. Con Kubica, espectacular, que aguantó los chaparrones de Räikkönen, con un coraje y pilotaje de "fuera de serie". Kubica "el bendecido" debió ganar la carrera, pero es que Alonso había vuelto. Él se dio cuenta, como se dio cuenta también el bueno de Hamilton, desdoblándose locamente en la última vuelta y viendo como Fernando se apartaba, con la frialdad que le caracteriza y le decía: "Tranquilo, tú vete a lo tuyo que yo no tengo prisa".
Buen regalo, la verdad. Volverse a acostar a esas horas, con esa sonrisa de niño que nos dejan esas victorias.
Para conciliar el sueño mejor que nunca...como en los buenos tiempos.